Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Marcos 2:5
Escuchen la ternura de esta declaración: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Jesús llama a un adulto «niño», una palabra que implica cierta dependencia, inocencia. Como un niño, este hombre es llevado hacia Jesús. Incapaz de llegar solo, tiene fe en sus amigos. Confía en su extravagante manera de llevarlo a Jesús. Bajar a alguien por el techo sin duda… ¡No es la forma habitual de entrar a una casa! Obviamente, los cuatro que llevan al hombre ante Jesús son personas de fe. Su amor por su amigo los lleva a actuar con insensatez por él. Jesús se conmueve por su fe, una fe que parece ser decisiva para su sanación. Quizás Jesús intenta enseñarnos que somos sus colaboradores. Nuestra fe importa. Reflexiona sobre tu fe hoy. ¿De dónde viene? ¿Quién la ha alimentado? ¿Cómo la vives? Jesús, aumenta mi fe. Permíteme actuar con amor por los demás, incluso si, a los ojos del mundo, parezco un necio.
(un monje copto)